martes, 20 de noviembre de 2012

La mitad de uno más la otra mitad.

Si dimensionaras el alivio que me dio leerte, saberte despierta. Por un momento (por mas extraño que te parezca) sospeche que te había imaginado. Que un sueño largo y espumoso había llegado a su fin y que ya en vilo, me encontraría en una tierra de orcos y magos muertos sin siquiera imaginar donde el sur, donde el norte, donde el agua del río poderoso. No sonrías. Eso pensé. Marcel debería saber que nuestro amor es inmenso, se quedaría en paz. Imagino su risa profunda y un par de migas de Lemon pie en su bigote desprolijo. Siempre me cayeron bien los caballeros de bigotes desprolijos, otros mundos deben esconderse allí. Hoy los petirrojos hablaron. Dijeron cosas de dragones. Aveces sospecho que los pájaros que vuelan demasiado alto a diferencia de nuestros alados y rasantes compañeros, logran desarrollar un amor propio peligroso. Volar demasiado arriba debe mostrarte los abismos. El alma vista desde arriba debe ser puntiaguda y transparente.

Vuelvo a mi.

Gracias por enviarme este maravilloso texto. Me trajo a la memoria un largo viaje a Paris. Cuando tuvimos que salvar a Marcel de los azules. Lo recuerdas? Ese día, mientras leíamos en voz casi inaudible un párrafo que nos pareció muy cómico, una pareja detrás nuestro discutía.

Recuerdo que:
Ella no era bonita, pero tenía un hombro al descubierto y eso mezclaba todo.
El  caballero llevaba puesto un sombrero de pana verde moho, demasiado caluroso para la ocasión.
Cuando ella tenía razón, el muchacho miraba hacia la ventana y cerraba los ojos con fuerza.
Ella esperaba respirando fuerte. Ese aire movía la cintita de su cartera.

También recuerdo tu olor, mezcla exacta de transpiración y limón.
Y nada más, no recuerdo nada más.

Quiero estar en el mundo que nos sea posible.
Sino me separo de quien soy y me pierdo.
Cariños, Cath.

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